martes, 21 de abril de 2015

The External World (2010)



Análisis del corto animado como generalización de las nuevas formas de arte y la juventud.
 

 
¿Qué es esto que estoy viendo? ¿Se me rompió la pantalla? ¿Le entró algún virus a mi computadora?
No, señor, señora. Esto es obra del animador irlandés David O’Reilly, y se llama The External World, una versión libre, surrealista, oscura y perturbadora del mundo pop que nos rodea.
Hace un par de años ya, luego de una etapa plana y sosa de la animación por televisión, algo extrañamente conocido revivió, aunque en un cuerpo totalmente nuevo. Los niños que crecieron entre finales de los 80 y comienzo de los 2000 son ahora gente grande que crea y genera ideas nuevas que, obviamente están fuertemente influenciadas por los dibujitos que miraban cuando eran chicos. Así surgieron series como Adventure Time o Regular Show, que, bajo un aspecto de dibujos aniñados e inocentes se esconde un mundo retorcido y extraño, pero que a nosotros, los ex – niños (devenidos en consumidores de drogas varias y cultura pop a montones) nos hace sentir cómodos, como si luego de una larga caminata por un desierto vacío encontráramos una casa donde nos espera una cocoa caliente y pan con manteca, mientras miramos Pokemon o Ren & Stimpy. Este nuevo tipo de animación, junto con el intento de revivir la nostalgia (VHS, Imágenes de baja calidad, música grabada en casetes, juegos de family) formo una subcultura generalizada entre los jóvenes, que al fin se sintieron parte de algo. Nos convertimos en veinteañeros, los últimos de la edad análoga, que, gracias a nuestra incursión en el mundo de las drogas alucinógenas, nos llevaron a comprender y ver de una manera diferente lo que desde chico nos metíamos por los ojos a toda hora.
Y de toda esta mezcla sale David O’Reilly, y nos trae su arte basado en imágenes grotescas estilo Disney, la cultura bizarra y colorida del Japón y los glitchs de computadora, creando momentos incomodos que casi parecen salidos de una creepypasta (silencios que duran demasiado, personajes mirando fijo la pantalla, sonidos chirriantes que no son para nada agradables,  situaciones donde no sabemos si reírnos o llorar del miedo). Todo su mundo parece un error, como si un virus se hubiera metido en la realidad que conocemos y hubiera puesto todo de cabeza.
En su obra más extensa (aunque solo dure 17 minutos) O’Reilly nos lleva de paseo por ese mundo que tiene en su mente. Un padre en extremo perfeccionista intenta que su hijo toque el piano, los personajes viejos y olvidados de la Warner Bros intentan sobrevivir en un asilo, un pájaro coge con una impresora, nos metemos en una sitcom que nos deja incomodos debido a su atmosfera turbia y pasivamente violenta, las pastillas contra la depresión que hace que NADA te importe, y unos tiernos animalitos del estilo Hello Kitty toman té mientras de fondo se oyen los gemidos de una película porno. Sí. Que carajos.
Sin embargo, al final, cuando tomamos todas esas extrañas piezas y las juntamos en una masa unida de música calma de piano, realmente tiene sentido. Realmente tiene un mensaje. Te deja pensando. ¿En qué? No es muy claro. ¿Está bien esto que vi? ¿Estaré yo bien de la cabeza? ¿Es una crítica social que no logro captar o simplemente intenta generarme incomodidad y nada más? Quizá el mensaje es tan simple como ese. También creo que depende mucho quien lo vea. Seguramente la mayoría de la gente no capte que fue lo que este irlandés intentó hacer. Quizá solo les parezca una bizarreada. Quizá no entiendan porque en un momento sale un cartel que dice que no les dio la plata para animar una parte entonces van a mostrar un boceto de lo que tienen hasta el momento. Para mi es graciosísimo. Para mí es muy inteligente. Para mi es arte conceptual y contemporáneo. Porque así como O’Reilly decidió hacer animación, otras personas decidieron hacer dibujos, o cine, o música basada en ese mismo espíritu. En la distorsión. En la burla. En tomar lo que nos dicen que es basura y ponerlo en una pared y mirarlo y saber que, al final del día, todo es un gran chiste. Yo que sé. Para mí. Y por más que esto no sea nuevo (Duchamp, Warhol, Banksy blablá ya lo hicieron), gente como David O’Reilly, Pendleton Ward, J.G Quintel, lo volvieron a renovar todo.
The External World es un viaje frenético, rápido, extraño pero que vale la pena mirar y observar con atención, para captar todos los detalles, todas las pequeñas cosas que suceden en el fondo y no podemos ver a simple vista e intentar disfrutar algo nuevo que la creatividad humana nos brinda.
 


-Uni
 
 


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