martes, 31 de marzo de 2015

Chappie (2015)


(I Fink u Freaky and I Like You a Lot.)

Chappie es una película rara. Pero capaz no tan rara. Capaz que no es rara en absoluto. Capaz que es demasiado normal. ¿O no? Chappie es una película rara.
I -
Seamos sinceros, la tercer obra del director sudafricano Neil Blomkamp, parece ser un poco desordenada, apurada e incluso estúpida en ciertos momentos. Lejos está de su paralelismo entre extraterrestres e indigentes, o ricos en el cielo y pobres en el suelo, en este caso, Neil parece centrarse en otras cosas. Pero extrañamente, la película no pasa desapercibida, ni cerca. Logra generar entretenimiento, simpatía y algo más que no sé  expresar con una palabra…  Algo parecido a ver un puzzle mal armado, pero pegado con cascola.
Las historia contada trascurre en Johannesburgo, capital de Sudáfrica, terreno ya transitado por nuestro director de turno. Blomkamp parece conocer el territorio en donde él juega, y que nosotros tanto desconocemos. Nos muestra esta ciudad donde reina el caos futurista, con pandillas ultra violentas, policías robots, y una sociedad con un palpito anarkista. Johannesburgo luce como un futuro pre apocalíptico, a punto de entrar en una distopía, al mejor estilo Mad Max o película ochentera del estilo. Lugar perfecto para que nazca nuestra primera inteligencia artificial, Chappie
II -
Uno de los más grandes aciertos de la película son las actuaciones casi estelares de Ninja y Yo-Landi, integrantes de la banda Die Antwoord. Estos artistas, también sudafricanos, no solo músicos, sino maestros de la estética, logran que toda su obra camine por el mismo universo de violencia, anarkismo y marginalidad. Ambos personajes parecen salidos del más bajo de los mundos. Ratas con anillos de oro.
Recuerdo haberlos visto por primera vez, hace ya unos años, en un cortometraje de Harmony Korine, donde también ellos actúan. El corto se titulaba Umshini Wam y en ese momento me partió la cabeza. Ya acostumbrado a los geniales universos de Korine, estos dos lo llevan a un plano más moderno y roto-glamoroso. Así empecé a investigar, escuchar sus canciones, pero especialmente ver sus video-clips y su arte en general. Recuerdo de ver estos videos antes de dormir, y sentir algo en el pecho. Sentir que estaba haciendo algo malo.

Chappie es LA película de Die Antwoord. ¡Hasta  usan sus verdaderos nombres! Y aunque su estética no se vea tanto en la fotografía, se puede apreciar en el arte y en el tratamiento de los personajes. Vemos objetos, dibujos e ideas que ya pertenece al mundo de Die Antword, que ya salieron en sus videos o fotografías. Y los personajes no pueden ser más de su universo. Gangstas, marginales, memorables y complejos, pero sobre todo únicos.  Zef zone.
Aunque no todo es color de rosas, la banda sonora también implica a Die Antwoord, y en donde Umshini Wam acierta, Chappie pierde. Los ritmos de DA a veces resultan muy acelerados para el ritmo de la película, o simplemente descoordinados. Como si hubiese una obligación por poner estas canciones, y no una música para generar el ambiente adecuado.
III -
Y es aquí donde encontramos el mayor error en esta cinta. El guión es pésimo y no hay con que darle.  Aparte de los DA, el resto de los personajes parecen estar muy poco trabajados, en personalidad y coherencia consigo mismos. Sus decisiones y resoluciones no son creíbles, y rozan la estupidez más de una vez, dejando al espectador a punto de echar una carcajada de vergüenza ajena.  Así  es que Dev Patel, Sigourney Weaver y Hugh Jackman se pierden en sus propios bla bla blas, dejando en evidencia, ser solamente lazos entre una acción y otra.
De todas maneras la historia fluye sin problemas, aunque más de una vez tengamos que hacernos los tontos y aceptar las cosas que pasan. Aunque tenemos que admitir que la peli no está repleta de clichés como podría estar. Las situaciones son inesperadas y hasta (estúpidamente) complejas, logrando que la atención del público se mantenga los 120 minutos de la cinta.
Otro gran detalle, es lo poco que logramos sentir las preguntas filosóficas que se plantea Chappie. El ingenuo robot inteligente logra generarnos infinita simpatía y hasta ternura, pero no logra generar un paralelismo con el mundo en el que vivimos hoy, aunque sé que fuertemente lo intenta. “¿Por qué la gente hace daño? ¿Por qué mi creador me da vida si después me voy a morir?” Estas son unas de las preguntas existencialistas que Chappie nos hace, pero no solo no logramos creer al androide más humano que los humanos, sino que no logra el paralelismo esperado. O sea… ¿Qué representa Chappie? ¿Se supone que tiene que representar algo? ¿Los niños del mundo? ¿Jesús?
No sé, es un poco suelto, volviéndose por momentos la temida y odiada, filosofía barata.
IV -
En conclusión, Chappie es mala pero viajera, estúpida pero excitante.  No esperen una fábula existencialista, ni un reflejo crítico de la sociedad vacía en la que vivimos. No, nada de eso. En cambio tenemos una película clase B, grotesca, bizarra y loca. Divertida, divertida hasta el hartazgo, pero nada más.

 
Yo-Landi Vi$$er y Chappie, madre e hijo.

-Demian
 


jueves, 26 de marzo de 2015

Relatos Salvajes (2014)


Cuando se estrenó Relatos Salvajes yo estaba bastante ansioso por ir a verla, ya que, gracias a que tenía Netflix, me había colgado a ver Los Simuladores, del primer al último capítulo en un par de semanas. Y es la hostia. Una formula sencillísima (unos tipos que solucionan diversos problemas mediantes elaborados planes) que, con el grado justo de humor, suspenso y acción te dejan colgado a lo largo de todo y todos los capítulos. En fin, si, tenía bastantes ganas de ver la película escrita y dirigida por el creador de Los Simuladores: el argentino Damián Szifrón.

¿Mi reacción? Me sentí un poco decepcionado.

Relatos Salvajes no es una mala película, es bastante disfrutable, pero deja una sensación extraña, como  que le falta algo…Originalidad. Y aunque tenga un hilo conductor, que en realidad es un concepto, no dejan de ser 6 cortos separados y voy a reseñarlos de esa manera, con 6 comentarios diferentes, y al final voy a dar una visión general, de cómo funciona como conjunto. En fin, a lo nuestro entonces.

Pasternak:
Resumen de la historia: Los pasajeros de un avión, en pleno vuelo, se van dando cuenta que todos, en algún momento de su vida, tuvieron relación con un tal Pasternak (al que nunca vemos), y que, según sus historias, él tiene razón para odiarlos.

El corto que abre esta antología es, para mí, quizá el mejor. Es breve, es directo pero tiene suspenso, es gracioso, y te va llenando de adrenalina a medida que avanza. Presenta las bases en las que se van a asentar los otros segmentos. La fotografía también es muy buena y la velocidad está muy bien manejada. En fin, redondeando, es un corto MUY bueno, como esas historias de una página que te dejan acelerado y pensando.

 Las Ratas:
Y después, todo se enlentece.

Después de ese comienzo que te deja electrizado, nos vamos a un parador perdido en medio de la nada, y a una historia que ya hemos visto mil veces. Un político de un pueblo chico, para escapar de una tormenta, entra en este pequeño restaurant y pide algo para comer. La moza lo reconoce como al tipo-malo-que-arruino-su-vida-y-su-familia, y se lo dice a la cocinera, que recomienda envenenarlo. Después es todo un cruce de discusiones, confusiones, peleas y gritos.
Este corto sufre del problema que sufre el 50% de esta película. Esta historia ya la vimos mil veces. Los personajes no son inteligentes, la resolución y el suspenso es bastante obvio. Los buenos son muy buenos y los malos son muy malos. No hay nada que analizar. No hay sorpresas. Es bastante vacío y lento, no es horrible, pero no sobresale por nada. Ah, sí, el político caga a piñas a la moza. Igualdad de género.

 El Más Fuerte:
El terror realista toma la pantalla.

El género del terror, generalmente, juega con lo sobrenatural, lo extraño, lo extraordinario, para generarnos miedo: fantasmas, cosas que no podemos explicar, tipos quemados con cuchillos en un guante que nos persiguen en sueños. En fin. Aunque asusten, es fácil decirse a uno mismo que nada de eso es real, que uno está a salvo.
¿Pero qué pasa cuando el motivo del terror es tan real como nosotros mismos?

Esto es lo que plantea este tercer corto, poniéndonos en un lugar totalmente factible y hasta común de la vida diaria (de la gente que maneja), que es un insulto al pasar.
Dos personas totalmente diferentes (un ejecutivo joven manejando un Audi último modelo) se cruza con un trabajador de clase baja manejando una camioneta vieja y rota. Por una imprudencia del último, el del Audi lo insulta (“Negro resentido”) y sigue de largo. Unos kilómetros más adelante se le pincha una rueda y, mientras espera a la grúa, llega el de la camioneta, para y se baja.

Y ahí empieza el terror. La tensión. La supervivencia del más fuerte.
El clima general del corto es muy tenso, no hay música, y es lento pero a propósito (en un momento el de la camioneta se para en el capo del Audi y le caga el parabrisas, en tiempo real, o sea, el que está adentro ve cómo va cayendo y demás), para crear una atmosfera bastante realista de algo que podría  llegar a pasar en serio. Nos ponemos en el lugar de Sbaraglia (que básicamente es la víctima, pero igual lo odias) y sufrimos del miedo junto con él. Hay acción, hay humor, hay tensión, hay explosiones. Ya está.

 Bombita:
El corto principal de Relatos Salvajes. El más largo y con Darin como protagonista.

Sin embargo, para mi gusto, el peor.

No es que este mal hecho, simplemente te deja sin gusto a nada. No sorprende. No genera nada nuevo, no deja nada a la imaginación, no nos da imágenes sorprendentes y, para colmo, esta si es una historia que ya vimos. Es Un Día de Furia (Falling Down, 1993) es American Beauty (1999). Un hombre de mediana edad al que le pasan una serie de cosas que lo hartan de todo y estalla. En este caso, el estallido es literal. Y no hay mucho más que decir. Es eso. Facilito. A mí no me gusto.

 La Propuesta:
Este corto es el más parecido a Los Simuladores de todos (Si, uno espera ver algo de esa serie en esta película. Quizá no sea lo correcto, pero es imposible no hacerlo). Un niño rico se emborracha y atropella una embarazada con el auto de su padre. Para que no vaya preso, su padre y su abogado le quieren pagar mucha plata al jardinero para que ocupe el lugar de su hijo.

Todo el corto gira en torno a la planificación del accidente, como hacer para que la policía crea que fue el jardinero. Mientras tanto se va tejiendo una red de mentiras, corrupción, sobornos y llantos.

Es entretenido, pero no va mucho más allá. Al rato aburre. Tiene una atmosfera gris, tanto por los temas que se hablan como por la paleta de colores usada. El final es demasiado abrupto, como “Ya fue, tengo que terminar esto de alguna manera”. Es un poco shockeante, pero barato. Al menos es corto.

Hasta que la Muerte nos Separe:
(El titulo más cliché pero por lejísimos, vamo’ arriba Szifrón!)

 El corto que cierra esta antología es tibio. No es genial, pero tampoco es el peor. El clímax es bastante disfrutable, y el final te deja sorprendido. Pero todo el desarrollo es un poco cansador.

En medio de la fiesta de su casamiento, la novia descubre que su novio la engaña con otra, y pasa de la tristeza a la bronca a la violencia y a la venganza.

La transformación de la novia esta buena, la actriz, Érica Rivas (Maria Elena Fuseneco en Casados con Hijos (La referencia más culta en años)) hace un muy buen trabajo haciéndonos sentir lo que ella siente, y nos pone de su lado y nos dan ganas de romper todo.
Como dije, el clímax es muy tenso y gracioso, y el final es extraño.

No es el mejor corto, pero entra en un top 3.

Conclusión:

La mitad de los cortos son muy buenos, la otra mitad son aburrido, grises y sin imaginación. El guion no es sobresaliente, pero la fotografía lo salva bastante (a lo largo de todos los cortos, las imágenes y los colores son muy buenos). Otra cosa que es extraña es que muchas veces es difícil sentirse identificado con los personajes, ya que todos pertenecen a clases sociales ALTAS (Autos Audi último modelo, solucionar problemas pagando millones de pesos, fiestas súper-mega caras) y cuando hay clase baja o son víctimas o son asesinos. Al menos cuando la vi, me quedo esa impresión y me molestó un poquito a lo largo de la película. Es entretenida pero no magnífica. Szifrón sabe escribir buenos guiones, historias que sobresalen del resto, pero en este caso solo sobresalen algunos, y los otros quedan perdidos en el promedio. Sin embargo, véanla y juzguen ustedes cada corto, ya que no es fácil verla como una película entera, debido a sus altos y bajos.
Si usáramos un sistema de estrellas en este blog, le daría a Relatos Salvajes 5/10
Escena de El Mas Fuerte 

 -Uni

domingo, 22 de marzo de 2015

Gojira (1954-2014)


Pasado y presente de un monstruo atómico.


Un poco de historia japonesa.

¿Cómo no amar a Godzilla? Es un lagarto gigante, mitad ballena, mitad gorila, que salva y/o destruye Tokio cada vez que tiene la oportunidad, y por sobre todas las cosas, es el exponente más fuerte de la cultura pop japonesa del último siglo. Desde su nacimiento en 1954, "Gojira" ya tiene cosechadas 30 películas como inconfundible protagonista, pasando por distintas crisis personales y nacionales del Japón. Pues, el monstruo surge como una idea de su creador, Ishiro Honda, para representar el miedo que había sentido Japón frente al desastre atómico, generado por el bombardeo que sufrió el país en 1945. También, en algunas de sus películas, se habla de la teoría de que Godzilla es la fusión de las almas en pena, víctimas de la Segunda Guerra Mundial.

Raro, pero con un punto de vista social, hacia a su primer película un producto más que interesante. Lograba entrometerlo a uno en el Mundo Gojira, y hasta emocionarlo en el proceso. Algo parecido con lo que pasaba en Night of the Living Dead de George Romero, donde los mostros no representan solo las criaturas que son, sino problemas mas allá de los obvios. Con el paso del tiempo, esta idea se fue alejando y Godzilla se volvió un defensor de la patria, frente a otras criaturas que aparecían para destruir Japón. Así fue como la gran criatura se fue convirtiendo en una personaje caricaturesco, símbolo del cine Z, y muy poco tomado en serio, por cualquiera que no fuese fanático del genero.


Los bichacos

¿Puede una película de monstruos gigantes que atacan la ciudad, ser buena? Si, por supuesto que sí. La Godzilla japonesa de 1954 lo logra. Más allá de que en el 2014 se pueda ver ridícula, esta película marcaba en los miedos y la idiosincrasia de la sociedad japonesa. No solo funcionaba como una película de terror, sino como una película de fantasía, donde la potencial amenaza se convierte en anti-héroe, producto de los errores del ser humano. Miedo al desastre nuclear en el país más nuclear de todos. No es casualidad.


Anterior y del otro lado del mundo, tenemos a King Kong de 1933, emocionante película de aventura, donde el monstruo se vuelve victima de la codicia del hombre, hasta llevarlo a su trágico final. King Kong logra entretener como película de aventura épica, y como curiosa historia de amor entre un gorila y una estrella de cine. Una vuelta original y convincente para la idea de la bella y la bestia, en un mundo donde los dos son explotados por el negocio del espectáculo.


Sin irnos tan lejos, la hollywoodense producción de J. J. Abrams, Cloverfield (2008), logra mantenernos tensos y altamente entretenidos la hora y media que dura la película. El recurso de falso documental y cámara en mano, se ven bien aprovechados, logrando contar una historia desde otro punto de vista. La videocinta en que trascurre la película, deja al público con una mirada aislada del asunto. No permite que sepamos con precisión como se ve el monstruo, ni como llego a New York, o que plan se está concretando para destruirlo. Nos deja como absolutos protagonistas a los dueños de la filmadora, unos veinteañeros despreocupados, que nunca pensaron que iban a pasar por esto.


En el 2006, se estrenaba la película más taquillera de la historia de Corea del Sur, Gwoemul. Este film tuvo tal éxito comercial, y fue tan bien recibida por publico y critica,  que hasta fue estrenada en algunos cines comerciales de Montevideo. Una historia de supervivencia, tan divertida como comprometida, que logra encadenar perfectamente comedia, drama y aventura. Algo así como una Shaun of the Dead sobre bichacos. Un quiebre en el cine surcoreano, y un hito en las monsters movies, defendiendo así, el titulo de Asia como mejor exponente del genero.


Amor por lo artesanal

Ya a esta altura, todos sabemos que la calificación de una obra no depende de la línea argumental, ni de la calidad de imagen, ni siquiera de la dedicación al ser creada. Ya superamos esos prejuicios hace rato, admitiendo el valor de un film desde otros puntos de vista. Existen películas de bajo presupuesto, pero con prometedores directores, donde el talento no se ve en los puntos ya nombrados, sino en la pasión de los realizadores por el cine mismo. Ese te es el caso de San Raimi con Evil Dead, o de Peter Jackson con Bad Teaste, que con amigos y el mínimo presupuesto, filmaron obras originales, y ya clásicas del cine de género.


Por otro lado, tenemos a las películas que son simplemente malas, que no hay nada en ellas que nos indique talento u originalidad de parte de los directores. Pero por suerte, algunas de estas películas no son impresindibles, como lo son muchas superproducciones de Hollywood. Sino que logran crear un culto para algunos, y con suerte, pertenecer por siempre en el espectro pop de nuestra cultura.


Creo que esto es lo que nos pasa con a segunda etapa de Godzilla, la del monstruo contra monstruo, y las historias completamente inverosímiles. Convierten al personaje en una burla de sí mismo. Por ejemplo, "Godzilla vs SpaceGodzilla", donde la criatura, ya amiga de los humanos, espera a que una versión de el mismo, descienda del espacio, para una ridícula lucha mano a mano. Así también pasa con MechaGodzilla, la versión metalizada del monstruo, o muchos de sus absurdos adversarios. Carecen de sentido.


¿Esto nos impide disfrutar de la película? No, y esto es lo mágico en ello. Lo bizarro como atractivo, lo barato como estético, y lo desechable como tesoro, vuelven a estas obras únicas y divertidas, sin pretender más que solamente hacer cine. De todas maneras, no podemos dejarnos engañar, lo malo a veces es malo, y no hay con que darle. Como ya dijo Enid en "Ghost World", a veces el producto es tan malo que da la vuelta y se convierte en bueno. Pero también puede pasar, que sea verdaderamente malo, que pase de largo al bueno, dejándolo nuevamente en un resultado verdaderamente malo.


The american way

¿Qué es lo que pasa con la nueva versión americana de Godzilla? Nada, y ese parece ser el problema. La película no parece satisfacer en ningún aspecto. No es entretenida como película de acción o aventura, no logra emocionar o lograr interés en ninguno de los personajes, y esconde todo lo interesante que podía llegar a tener una película de monstruos. La historia no trata de separarse de la clásica historia del héroe americano, volviendo a la película un producto vacio en originalidad, y no logra entretener ni siquiera a base de clichés.

Con bueno efectos, y fotografía mediantemente cuidada, la película se ve prolija, pero no logra atraer visualmente en ningún plano. El origen nuclear, tanto de Godzilla, como de los monstruos que luchan contra él, son ignorados o puestos en un perdidisímo plano. Por supuesto, que no es buena publicidad para USA que los monstruos que tratan de destruir al mundo, sean consecuencias de acciones suyas, pero nos es inevitable, que su joven soldado nos salve a todos. Pues vemos la narrativa desde el punto de vista de un soldado norteamericano, haciendo imposible crear un punto de simpatía con el protagonista.

A demás, fuimos estafados. Es verdad de que cierto atractivo que tiene la película, es ver a Bryan Cranston en un nuevo papel. El hombre, que increíblemente dejo de ser recordado como "el papá de Malcolm", para ser recordado como Walter White, abandona la película a los pocos minutos de empezar. Así la película pierde el único personaje que podría habernos caído bien, o por lo menos no darnos asco.

Irónicamente pasa algo parecido con la estrella del cartel. Godzilla aparece la última media hora de la película, hace un par de macacadas, lo aplauden y se vuelve para el pozo de agua. Y no es como en Cloverfield, que la criatura no se visualiza por una idea planeada del realizador para crear incertidumbre y tensión. Acá, el monstruo esquiva las cámaras porque no tiene nada bueno que decir, o algo para aportar a la historia, más allá de su heroico (y obvio) final.


Godzilla de Gareth Edwards, es una película vacía, que no logra satisfacer ni al seguidor de la saga, ni a un público general. La verdad que me cuesta imaginar una buena película de Godzilla en el 2014, y mucho menos, producida por Hollywood. Tal vez, uno de los requisitos para que la película funcione, es el espacio-tiempo en el que pertenece. Japón, post era nuclear.

Godzilla de Gareth Edwards

-Demian

martes, 17 de marzo de 2015

Lords of Salem (2013)


Rob Zombie es un maestro del estilo. Cuando ves una película suya, te das cuenta al toque de quien la dirigió. Los planos extraños, la música distorsionada, las luces de colores superpuestas que unen a actores y decorados en un solo matiz. Sin duda, ha creado una firma artística perfectamente reconocible. Pero eso a veces eso conlleva a problemas, a molestias al momento de ver una película, cuando la fotografía y la edición se comen todo y no hay manera de seguir muy bien que es lo que está ocurriendo. Por ejemplo, House of 1000 Corpses, parece un largo videoclip de la banda de Rob, o de Marilyn Manson. Sí, es disfrutable, es shockeante, es extraña, pero a la larga puede llegar a aburrir.

Este no es el caso de Lords of Salem. En esta, la última película del director Zombie, los efectos visuales, los colores, la música está todo bien cuidado y distribuido, todo tiene su lugar en la película, todo está ubicado de la manera tal que genere el clima adecuado: un terror más psicológico, jugando más acertadamente con las atmósferas que con el susto, creando momentos aparentemente tranquilos pero sabiendo que, en cualquier momento, puede convertirse todo en un malviaje lisérgico. En esta película se nota una cierta madurez en Rob Zombie, cierta seriedad y oscuridad que toman el lugar del antes incesante desfile de monstruos frenético al que nos tenía acostumbrados, pero sin perder nunca ese sello propio, esas imágenes e ideas que nos hacen decir “¿Que mierda? ¿Que acabo de ver?” o el trabajo de fotografía supercreativo y original, lleno de imágenes religiosas siendo blasfemadas y burladas en nombre de Satanás. Sin embargo, a pesar de esto, hay puntos débiles en la película, y usa recursos que se van perdiendo a lo largo de la película. Efectos de sonido e imágenes que deberían darnos miedo, pero que ya hemos visto millones de veces en millones de película, y que quedan opacadas por el tipo de imagen que explicaba más arriba. Lo más disfrutable es la tensión constante que hay. Sabes que va a pasar algo malo, pero ¿qué? ¿Cuándo? La película sabe bien cuando detenerse, cuando poner un silencio, o cuando caer en picada al bizarrismo total.

Cuando miré de nuevo Lords of Salem tenía en la cabeza que era una película feminista. Me había quedado esa idea de la primera vez que la vi. Pero la segunda vez destruyo un poco esta idea. Sin embargo, el papel de la mujer tiene una presencia muy fuerte, casi total en toda la película. Y está representada de manera extraña. A pesar de que son las brujas, las “malas” de la película, se hace más enfoque en la importancia y superioridad de las mujeres en ese mundo. La mujer como mensajera del mas allá, como creadora de vida y también la que es capaz de quitarla y en su relación con la naturaleza. En muchas ocasiones se muestra el cuerpo de la mujer fuera del estereotipo de símbolo sexual. No hay intención alguna de sensualidad, es solo carne, algo natural.

En fin.
Lords of Salem es una buena película de brujas, una película de terror promedio, pero una experiencia visual increíble. Al menos para lo que disfrutan de ver mujeres montando cabras y cruces de neón. Salud.



-Uni

domingo, 8 de marzo de 2015

Tusk (2014)



Actualmente, el cine parece ser algo muy parejo o poco exigente, donde uno ve una película donde sabe lo que le va a generar. La comedia da gracia, el drama es triste, el terror asusta, y el pop dulce engorda. Más allá de las combinaciones que ya tenemos presentes, como las comedias dramáticas por ejemplo, uno ya sabe lo que espera cuando va a ver una película. Raro es el caso de Tusk, la última película del bipolarmente talentoso Kevin Smith, donde nos hace viajar por una montaña rusa de sensaciones esquizofrénicas, ridículas y confusas.
Delatar la trama de la película no me parece necesario, mejor sería cazar esta película sin información previa, un viernes a las tres de la mañana, haciendo zapping por Space. Creer que estoy viendo una sonsa película de terror como tantas otras, con un Justin Long de dudosas capacidades actorales, y el guachito de Sexto Sentido gordo y con barba. Pero mientras avanzan los minutos, la película logra la atmosfera que busca, tención, misterio, y rozar el mismísimo miedo. Todo gracias a la actuación de Michael Parks como el viejo marinero excéntrico y en silla de ruedas, sumado el detallado trabajo de Smith en el arte, la edición y el valor de las tomas. Allí nos encontramos, viendo una película de terror con un argumento poco exigente pero con una atmosfera casi perfecta, nada fuera de lo común dentro de un cine de género con cierta calidad. Pero esto, como todo viaje, no se queda quieto, y lentamente vamos entendiendo que algo no anda bien. Pasando la mitad de la película, lo que parecía dramático y tenso, empieza a coquetear con lo ridículo muy disimuladamente, hasta confundirnos.
¿Qué estoy viendo?  “¿Es el hombre, ciertamente, una morsa en su corazón?” ¿Cómo alguien espera que nos tomemos en serio esa frase?
Lentamente, el plan del marinero se va delatando, como el propósito de la película. Ya no tenemos una película de terror más, sino algo que se cruza entre el dramatismo y la bizarreada, una idea salvajemente ridícula tomada completamente en serio. Desde la aparición de la creatura en adelante, el carrito de la montaña rusa va recorriendo la sima de lo absurdo, hasta llegar a los créditos, y allí, dejarnos caer por la bajada.
El final. La música, la bestia llorando, el pescado a medio comer, la toma a la piscina y entran los créditos. ¿Qué carajo acabo de ver? ¿Acaso fue una película de terror malísima, donde nadie entendía nada sobre nada? ¿Cómo alguien pudo hacer una película tan seria y comprometida con el concepto más estúpido del mundo? Sé que es difícil de digerir, pero esta película parece haber sido una broma. Así de estúpido suena, así de estúpido es. Al avanzar los créditos, logramos escuchar la voz de Kevin Smith y Scott Mosier en su propio podcast, matándose de la risa con la simple idea de que existiera esta película. Una película completamente absurda, filmada desde un punto de vista tan comprometido que te deje en duda que tipo de película acabas de ver. 
Un nuevo tipo de película independiente y personal, algo que parece encontrar sentido quien la hizo y quien entendió el chiste de tres millones de dólares que nos acaba de contar Smith. Totalmente fresca, y experimental dentro del género y los clichés, Tusk me parece una obra única, agradable y odiable, bipolar y confusa. Algo raro y nuevo dentro del terreno del cine de género, y un poco más exigente de lo que parece a simple vista.

Justin Long como el "podacaster" Wallace Bryton

 -Demian


Gentlemen Broncos (2009)


(El Buen Gusto por el Mal Gusto)

Desde que existe el Hombre, ha existido el Arte. Y desde que existe el Arte existen los Snobs que van diciendo que está bien y que está mal. Los lechuguinos (Word me da esa opción como sinónimo de Snob y lo busque y existe). Los lechuguinos que crean parámetros y reglas con las que medimos el arte. Con la que medimos el Buen Gusto y lo separamos de lo vulgar, del Mal Gusto.
Más allá de estar de acuerdo o no con estos parámetros marcados o si creemos que no deberían existir (“El arte es expresión, no debería ser medido”, “Cada uno aprecia algo diferente”,  “Sin reglas como saber que es arte  y que no” bla), no podemos evitar mirar las cosas a través de los lentes que cientos de generaciones anteriores pusieron frente a nuestros ojos. Entonces, generalmente, calificamos a una película de Kubrick como de Buen Gusto Artístico, y una de Olmedo y Porcel como Mal Gusto, así con mayúsculas.
Pero hay excepciones. Hay zonas mixtas, hibridas, hay mentes extrañas que pueden agarrar un montón de basura y convertirla en una obra de arte. Hay gente que, donde unos ven solo un montón de baratijas, joyas de plástico, colores mal combinados,  momentos incomodos, personas feas, modas extintas o extravagantes,  ven la combinación perfecta para crear el mundo en el que ellos quieren contar sus historias. El mundo perfecto para expresar lo que quieren expresar.
Uno de ellos es Jared Hess.
La primera vez que vi Napoleón Dynamite, Opera Prima de Hess, me quede pensando “¿Qué?... ¿Está bien que me sienta incomodo viendo una película?”. Y la respuesta la encontré luego de reverla y seguir mirando la filmografía de Jared Hess. Y esa respuesta es SI. Si, está bien sentirse incómodo. Al igual que está bien sentir miedo, ternura, emoción, tristeza y felicidad con tantas otras películas. “¿Pero por qué me genera eso?”. Bueno, generar ese ambiente de incomodidad se le da perfecta al buen Hess. En todas sus películas, hay un balance perfecto de belleza estética y mal gusto, combinadas de tal manera en que todo encaja. Y, aunque no sea su mejor película, Gentlemen Broncos es un ejemplo clarísimo de lo que estoy intentando decir hace 377 palabras.
La historia es mínima. Un adolescente que escribe Ciencia Ficción en un pueblito cualquiera en EEUU que se da cuenta que el mundo es un lugar cruel. No mucho más que eso. Pero la rareza  de imágenes, de la combinación de colores, de las acciones de los personajes en esos 89 minutos, te deja con la cabeza y los ojos llenos de cosas, llevándote de la ternura, a la risa a la tristeza y a la molestia más pura. Gentlemen Broncos es una película Kitsch. Jared Hess es un maestro en agarrar cosas que en el a vida real son despreciadas y objeto de burlas (hombres con mullets y sin remera, con rulos largos rubios y bigote, amas de casa con pésimos gusto de moda que hacen su propia ropa y la de sus hijos, directores de cine clase Z que se creen mejores que los demás, libros de ciencia ficción de cuarta) y los mezcla todo de una manera en la que no nos lastima la vista. Agarra basura y la convierte en una linda flor. Además, en esta pelicula, todo esto también sirve como contraste a nuestro antihéroe, Benjamin Purvis, convirtiéndolo en un personaje con el que nos identificamos: un pibe cualquiera, quizá un poquito sobre el promedio, viviendo lo mejor que puede en el mundo bizarro que lo rodea, ganando al final, pero sin que sea la gran cosa.
A pesar del bajo puntaje que tiene en Rotten Tomatoes: 19% (¡yo confiaba en ustedes!), esta película no es mala. Al contrario. Esta hecha por alguien que sabe cómo funcionan las malas películas, alguien que entiende el arte malo, el arte inferior, alguien que sabe cómo generar una atmosfera de incomodidad constante, pero que también nos deja sentir ternura y felicidad por los personajes. Sabe cómo armar de manera correcta un puzzle hecho de piezas que no tienen nada que ver una con la otra, y hacerlo encajar bien.

Héctor Jimenez como el "director" amateur Lonnie Donaho

-Uni

The Grand Budapest Hotel (2014)



(Wes Anderson y yo.
Lo que queda de una angustia feliz)

Tengo pocos recuerdos de mi niñez tan significativos como este.
Cuando tenía aproximadamente diez años, estaba en el comedor de mi casa con mis padres, haciendo zapping constante con los desalentadores canales de cable. En el ir y venir de señales, visualizamos que empieza una película en Cinemax, supongo que era un domingo, porque los tres nos sentamos a verla. Cuando terminó, quedamos mudos. Recuerdo decirle a mi madre; "Mamá, ¿viste esa sensación que te queda después de ver una película así?". ¿Melancolía? Una extraña sensación de angustia feliz. Me acuerdo que quedé dominado por esa sensación, subí a la azotea de mi casa y me puse a pensar. Razoné todo lo que vi y sentí al ver la película, los valores de plano, los colores, la música, y especialmente el guión y lo que me había trasmitido. Ese fue el momento decisivo en que con solo diez años de edad me di cuenta que el cine lo era todo para mí. Quería hacer películas como esas, poder trasmitirle a alguien lo que yo había sentido en el momento de ver dicha película. Iba a ser un director de cine. Esta película fue The Royal Tenembaums.
Sé que la historia de cómo un niño de diez años confirma su vocación artística puede sonar tan cursi que patea, pero las historias cargadas de sentimientos y descubrimientos personales son las que hacen a narradores como Salinger o Herman Hesse genios en su técnica. Historias melancólicas, familias disfuncionales, sonrisas desanimadas y situaciones en que la incomodidad toma la mano de la ternura, son las que llevan a estos personajes reflexivos y depresivos a encontrarse en su propio universo. En el séptimo arte, directores y guionistas como Peter Bogdanovich, François Truffaut, Mike Nichols, Noah Baumbach, Alexander Payne, entre otros, logran no solo con la historia, sino con técnicas cinematográficas trasmitir estos sentimientos. Actualmente, Wes Anderson es quien lidera, en crítica, popularidad y taquilla, esta rama de la narración.

No vale la pena ponerse a hablar de lo que ya todos sabemos; los detallados decorados, los colores pastel, los planos simétricos, las pintorescas vestimentas. Ya no podemos evitarlo, Wes Anderson está en boca de todos. Lo que empezó como un proyecto de cine independiente que parecía que iba a ser culto eterno para algunos y simples ñoñadas para otros, termino siendo el director predilecto de la generación vintage. Ya no hay que ser un soñador despierto o un cinéfilo medianamente deprimido para disfrutar las últimas películas de Anderson. El circuito mainstream se lo tragó, volviendo así sus obras más accesibles a todo tipo de público. Se ve claro en sus últimas dos producciones, un poco en Moonrise Kingdom (2012) y especialmente en The Grand Budapest Hotel (2014), dos películas donde la estética wesandersoniana se ve explotada hasta el hartazgo. Parece que nuestro amigo Wes, descubrió que es lo que a la gente le gusta ver en la pantalla; las paletas de colores sofocantes y los escenarios rococó, los personajes obviamente excéntricos y su insoportable estética. Las historias dejaron de ser tan interesantes y los personajes tan profundos, para centrarse en los puntos ya nombrados.

The Grand Budapest Hotel, el último film de Anderson, es el abuso de sí mismo. Cada cuadro está compuesto por colores y detalles que no dejan ni un espacio en falso, aunque más de una vez lo necesite. Los escenarios y las vestimentas van perdiendo la sutileza que los caracterizaba en obras anteriores. El Hotel Budapest es una maqueta rococó de rosado pastel chillón, en un fondo exageradamente montañoso que parece una pintura de época,  poco creíble a los ojos. Pierde la sutil belleza que tenían, por ejemplo, el Belafonte, el magnífico barco de Steve Zissou, o la adornada mansión Tenembaum, que contaban con el grado justo de armonía estética.

Los nuevos personajes van perdiendo la humanidad que tenían los anteriores. Podían ser raros y peculiares pero no perdían esa conexión con el mundo de los seres reales, no importa de qué época fueran ni de qué familia provinieran, eran personajes especiales pero humanos. Tanto Max Fisher, el adolescente snob de Rushmore (1998), o Margot, la hija adoptiva de la familia Tenembaum, eran personajes excéntricos, encantadores y profundamente estéticos dentro de su universo. A diferencia de prácticamente todos los personajes que merodean en el hotel Budapest, que parecen caricaturas de películas anteriores, son seres alienados que no logran ser creíbles ni dentro de su propio estilo. Es el abuso, el ser consciente de que es lo que a la gente le gusta de uno mismo.  Las últimas películas de Anderson parecen estar realizadas para un público conformista y obvio.
Por ejemplo, Moonrise Kingdom, el film protagonizado por dos niños de doce años enamorados que conviven en un mundo mostaza y vintage, cuenta con algunos diálogos exquisitos y escenas memorables, pero algunos personajes parecen reciclados  y la historia contiene baches que no son fáciles de ignorar. De todas maneras, es una película encantadora que funciona muy bien, tanto para un público mainstream como para un público más exigente. Deja en evidencia que está diseñada para que, hasta el más duro de los espectadores diga "awww", con lo bueno y lo malo que esto conlleva.

Por supuesto, no es el primer director al que le paso esto, diez años atrás Tim Burton vivía la misma situación, pasar de ser un director con estilo propio a ser un abusador del estilo. Si recordamos sus primeras películas, Beetlejuice o Edward Scissorhands, son películas originales y con una estética propia entre lo caricaturesco y lo gótico, que dejaban a uno emocionado y sorprendido. Da lástima compararlas con las nuevas producciones de Burton, películas sin gracia alguna, donde las historias se pierden en un decimo plano y los filtros digitales arruinan una estética que el mismo patentó. Eso sí, éxitos de taquilla, generadores de merchandising, y amadas por los adolescentes, es decir, una estrategia de marketing.

En conclusión, nos falta un poco para que Wes Anderson sea “el nuevo Tim Burton”, sus producciones aún tienen alma,  y todavía no vemos niñas con remeras de Mr. Fox. Tal vez,  es muy pronto para atacar a Anderson de esta manera, capaz que su próximo film vuelve a ser una obra única, original y personal como lo eran las primeras. ¿Quién sabe? Yo, Demian de veintidós años, y yo, Demian de diez, aún no perdimos la esperanza.

Adrien Brody como Dmitri Desgoffe und Taxis


-Demian

Jodorowsky's Dune (2013)


Jodorowsky está loco.
Si, lo sé, no es ninguna noticia: Un chileno/Ucraniano/Francés viviendo en México hace unas películas simbólico-surrealistas, con desnudos, enanos, travestis, niños y pseudo-dioses rodeados de cabras embalsamadas debajo de arcoíris. Sí. Ya lo sabíamos, Alejandro Jodorowsky está loco. Pero el documental Jodorowsky’s Dune, nos da una visión más amplia, más humana y más extendida de la cabeza de ese personaje, de cómo es o, al menos, de cómo era.
Este documental, hecho por un desconocido Frank Pavich (Cuyo único título anterior fue un documental sobre Hardcore Punk en Nueva York (N.Y.H.C)) nos muestra  la realización de este proyecto demente de Jodorowsky.  Durante 90 minutos nos describe con lujo de detalles lo que esta epopeya futurista y surrealista pudo haber sido, para dejarnos al final con un amargo sabor de boca y una especie de tristeza por el hecho de saber que nunca nunca nunca vamos a poder verla.
Alejandro Jodorowsky dice desde un principio que él quería crear un Mesías. Que para él, Dune,  (basada en la novela homónima de Frank Herbert) iba a ser más que una película. Es más, iba a cambiar la forma en que la gente veía cine e incluso el mundo (Durante todo el documental hace mucho un gesto con las manos que significa “abrir la mente”. Y también repite mucho eso). Y tenía un plan casi perfecto para que esto sucediera.
La ventaja que tenía Jodorowsky en ese momento era que tenía todo ya imaginado, tenía una imagen perfecta en su mente de cómo debería ser esta película, sabía lo que quería. La desventaja era que no sabía cómo plasmarlo. Por lo que precisaba reunir un grupo de personas que fueran capaces de meterse en su cabeza y sacar las ideas exactamente igual como él quería. Y lo consiguió. Logró juntar al dream-team de la fantasía y ciencia ficción de la época. El primero en sumarse al proyecto fue el autor de comics francés Jean Giraud (AKA Moebius), que dibujó todo el storyboard, paso por paso, cuadro por cuadro, hasta tener un libro gigante medio comic/medio guion, que contaba la historia entera de Dune. Luego se unieron los desconocidos Chris Foss (artista de tapas de libros de ciencia ficción) y H.R Giger (Que luego crearía los conceptos artísticos de Alien) y el experto en efectos especiales Dan O’Bannon (Escritor de Alien, y trabajó en películas como Star Wars y Return of the Living Dead).  Jodorowsky convenció a estos artistas, y a un puñado de productores y realizadores de todo tipo, a que dejaran todo y se mudaran con él a Paris, donde vivían todos juntos dedicados solamente a crear su visión de la novela y convirtiéndola, como el director lo quería, en una Neo Biblia visual.
Jodorowsky está loco.
Y para seguir demostrando esta afirmación, basta ver el empeño y la terquedad que ponía en cosas como los actores. No podía ser cualquiera. Tenía que ser el que él creía, el que él veía en su cabeza como la perfecta cara de X personaje. Por ejemplo, el personaje principal, Paul, iba a ser interpretado por su hijo Brontis (Si, se llama Brontis), que en ese momento era un preadolescente. Jodorowsky creía que para que su hijo (con el que ya habían trabajado juntos en El Topo) pudiera realizar bien el papel del protagonista (Que, por cierto, ese era el Mesías que él quería crear, el modelo de nuevo superhombre que todos debían seguir), debían tener un entrenamiento y enseñanzas iguales a las que habían sometido a Paul. Debia convertirse en el personaje. Así el joven Brontis pasaba muchas horas, casi todos los días de la semana, haciendose experto en artes marciales, pelea con espadas y cosas así. El mismo “Jodo” reflexiona en un momento: “¿Cómo fui capaz de hacer eso? Sacrificar así a mi hijo por una película…pero si me hubieran dicho que tenía que cortarme un brazo para hacerla, lo hubiera hecho… ¡Los Dos!”.  Con esa dedicación y energía se enfocó en conseguir a los que para él TENIAN SI O SI que actuar en su película. Así se fueron sumando, primero como una idea y luego en la realidad del proyecto, nombres como David Carradine,  Orson Welles, Mick Jagger y Salvador Dalí. El documental nos cuenta de primera mano como hizo Jodorowsky para reunir a esas personas, como las convencía, como jugaba para ganar. Realmente uno queda como emocionado y con muchas ansias de que todo salga bien.
Pero…
Cuando empezás a ver la película sabés cómo va a terminar. La producción de Dune comenzó en 1976 y termino en 1984 cuando se quedaron sin plata y la hija de Dino de Laurentiis compro los derechos y se los vendió al vendehúmos de  David Lynch (que agarró la historia y la convirtió en una película clase B de los ’80, sin ningún valor de nada. Todos la odian). Sin embargo, lo que se puede sacar de positivo es que todo el esfuerzo de Jodorowsky no fue totalmente en vano. A un director de documentales yanqui se le ocurrió juntar toda esta información, todos los testimonios, todas las ideas originales de Jodorowsky, crear animaciones increíbles basadas en los diseños de la inacabada película y convertirlo en un premiado documental. Y es raro. Porque, como ya dije varias veces, uno queda como con un subidón de adrenalina, la sensación de haber descubierto algo nuevo, algo que está bueno, que vale la pena, una historia que uno quiere escuchar, pero no va a ser posible. Y eso deja un retrogusto amargo, una especia de bronca por los proyectos que mueren, mientras otros que no deberían, sobrevivieron. La Dune de Jodorowsky planteaba conceptos muy buenos, espirituales, humanos, fílmicos, que creo que hasta hoy no se han vuelto a plantear, o, al menos, no de la misma manera. Igual, quizá, el hecho de que no se haya terminado le da otro valor. Quizá el concepto, la reunión de ideas, el libro gigante que quedo del proyecto valgan más que una obra terminada. Quizá la película terminaba de hacerse con el presupuesto que tenían,  o Jodorowsky se obstinaba y lo sacaba a los tropezones, y ganábamos una película de ciencia ficción de mierda y perdíamos una leyenda. A eso se resume todo. A la Leyenda de la Mejor Película del Mundo que Nunca se Hizo.
El Director Alejandro Jodorowsky
-Uni