Montage of Heck,
el llamado “documental definitivo” sobre
Kurt Cobain, no es solo el relato de una vida, sino un esquizofrénico paseo por
la mente de un nervioso y perturbado personaje. ¿Pero qué tan alejado está el
personaje que vemos en la pantalla al verdadero Cobain? No lo sabremos, pero a
este punto es absurdo preguntarlo, pues una obra de este estilo siempre esta
cargada de proyecciones e intenciones ajenas al documentado. Tanto la mirada del director, Brett Morgen, como la de los entrevistados está
plasmada en un documental, que obviamente, no puede representar solo al niño
lindo del grunge.
Kurt Donald
Cobain decidió morir ya hace veinte
años, y desde que este dejo de existir, nacieron decenas de documental que
trataban de descubrir o analizar la vida del héroe street teen. Ya pudimos ver
documentales de televisión que a través de entrevistas y mínimos registro, sumándole
lo que uno puede leer a través de las letras y melodías compuestas por Cobain,
trataban de armar una supuesta personalidad del registrado. Pero nunca estamos
seguros de cuanto es que conocemos a alguien. No importa cuán fanático es uno
de algún artista, no importa cuánto escuche y analice sus canciones, la mente
del autor es un misterio, y es casi imposible plasmar una mente ajena en un
documental.
“Montage of heck”
parte de esa consigna. Cajas y cajas repletas de Kurt Cobain. Cuadernos con
poemas y dibujos, cintas de cassette y filmaciones caseras. Brett Morgen logra
armar un collage intenso y perturbador con lo que físicamente nos queda de la
mente de Kurt. Podemos ver su infancia a través de fotos, filmaciones, sus
dibujos y recuerdos de su familia. Con
un trabajo de montaje totalmente infernal, Montage of Heck nos trata de localizar en la mente
desesperada de Cobain, haciéndonos pasar con su música, dibujos y demás, por un
tormentoso proceso de adolescencia podrida.
Este documental
pudo ser hecho de esta manera única, no solo por el ingenio y trabajo del
director y su equipo de edición, sino por la personalidad de Kurt Cobain. El
tipo registraba todo lo que hacía, escribía lo que pensaba, dibujaba lo que sentía.
A lo que se puede decir que Cobain era efectivamente un artista del estilo de
Daniel Johnston, de esos que se ahogan en su propia creatividad. Y no sobra
decir, que este documental parece ser una versión un poco más cheta-prolija del
aún más épico documental, The Devil and Daniel Johnston.
Extraña también es
la forma en la que Morgen decide entrevistar a los pocos narradores de la película.
Los pone en sentados en sus apartamentos, pulidos, chetos e iluminados,
maquillados como momias eternas, tratando de mostrar una belleza de plástico,
que claramente no está. Contraste total entre el dolor punk y adolescente de Cobain
y las imágenes lo-fi filmadas por él y sus allegados. La gente cambia y el tiempo
corre para todos, al menos que te tires un tiro en la cabeza a los 27 años…
Pero de todos
modos… ¿Tan lejano está el héroe Cobain a cualquier otro adolescente jodido del
2015? No lo creo. No hay escasez de gente creativa en el mundo, y fue en lo que
me hizo pensar esta película. Podemos hacer un documental emotivo y con aires épicos
de cualquier persona que nos deje el material para hacerlo No quiero decir que
Kurt Cobain no sea importante, o que su obra y su genialidad no lo sea, sino de
que ese sentimiento adolescente de artista punk y (auto)incomprendido es mucho más
normal de lo que parece. Me sobran amigos que escriben poesía y dibujan cadáveres
en sus cuadernos, pero claramente no van a hacer un documental épico cuando se
mueran. Por eso, gocemos la obra de Cobain, lloremos con sus canciones si es
necesario, pero no creemos un genio mártir solo porque la generación grunge
necesite uno ¿O capaz en eso está su
magia? En el chico que se hizo famoso por ser eso mismo: ser la imagen pura de
ese momento de la vida, el adolescente sucio, con olor.
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el cuadernito viajero |